“Artigas es un formidable revolucionario. El más fenomenal que tuvo la historia uruguaya”, sintetizó Mujica al inicio de la charla que brindó sobre el Ideario Artiguista, en Las Piedras, Canelones.
Para respaldar esa definición, lo ubicó en su tiempo. Es Artigas el primero de los hombres de Mayo que plantea de forma clara y terminante su posición sobre la independencia y su ideario republicano en las Instrucciones del Año XIII.
Es de los pocos que insiste en una forma republicana de gobierno en medio de la época napoleónica, que fue “un poco de restauración”, definió, y en medio de las ideas de los propios hombres de Mayo, quienes ubicaban a la monarquía constitucional como lo más avanzado posible.
El federalismo y la república fueron, en el ideario artiguista, un instrumento para garantizar la unidad y una apuesta a la creación de poderes locales, con un poder central ocupado de las cuestiones generales. Y esto fue un pensamiento de avanzada, dijo Mujica, en un marco de gestación del mercado mundial donde cada puerto importante de América terminó organizando un país, como recordó Pepe de las palabras de Miguel de Unamuno.
Alrededor de los puertos nacieron clases sociales fuertes, en ciudades antifederales y centralistas. La Gran Colombia de Bolívar cae en ese marco, reflexionó Mujica. Las contradicciones entre Montevideo y Buenos Aires forman parte del mismo proceso. Y los ingresos aduaneros la piedra fundante de estados en América Latina.
Y en el campo, en especial el oriental, residían pocas personas y todas ligadas a la vida del ganado que vivía errante en los campos. De los 30.000 habitantes en la primera década del siglo XIX, 15.000 eran gauchos, a quienes definió como “la carne de cañón de nuestra historia”.
El problema de la tierra
En este contexto, surge otro punto que Mujica destacó del artiguismo: el problema de la tierra. Esto lo vinculó con los orígenes de las colonizaciones de los países centrales europeos: mientras ingleses repartieron tierras en las incipientes siete colonias británicas en América, el reparto español y portugués produjo una concentración de ingresos, con los gauchos por fuera de los frutos del crecimiento del poder adquisitivo.
Ahí está su Reglamento de Tierras que, añadió, no es una cosa caída del cielo. Nace de las experiencias con Félix de Azara y la instalación de pueblos en el norte de la Banda Oriental. Todo esto en una época en la cual para pedir tierra había que trasladarse a Buenos Aires y mover los papeles desde ahí, una cosa imposible para los pobres.
Artigas repartió tierras mucho antes del Reglamento. Lo hizo durante el éxodo. Y frente a Montevideo, que lo obedecía pero de mala gana porque sus dirigentes no estaban cómodos con eso de que “los más infelices sean los más privilegiados”.
Subrayó la mirada madura de Artigas sobre el problema del reparto de tierras y lo ejemplificó de forma clara: el Reglamento otorgaba una “suerte de estancia” de unas 700 cuadras que, según estudios de Esteban Campal, era suficiente para producir unos 140 cueros, suficiente para cubrir las necesidades de una familia de forma digna.
Artigas es el primero que se acuerda de las viudas en América Latina. Es un promotor de la autonomía de los pueblos originarios. Y, a la hora de expropiar, diferencia entre aquellos “malos europeos y peores americanos” que son solteros (a quienes expropia todo) y los casados con hijos.
Casi un tercio de la tierra oriental fue repartida. Esto provocó fuerte reacción de los terratenientes. Y esta política, que Mujica no dudó en calificar como “formidable”, está de la mano con la Ley de aduanas. El comercio queda en manos de los criollos, cobra fuertes impuestos a los objetos suntuarios, protegía a la industria americana frente a la producción inglesa, máquinas y libros no tienen impuestos “porque es progresista, diríamos, para utilizar el lenguaje contemporáneo”.
Para Mujica, el reglamento y la ley aduanera forman parte de una misma concepción que lo acerca a pobrerío oriental, ideas que chocan con un Cabildo de Montevideo integrado de forma censitaria por hacendados y comerciantes. Buenos Aires, desesperado por el apoyo popular al artiguismo, insiste con prebendas y hasta el asesinato. Y consiguieron una invasión con Portugal, que finalmente lo vence en 1820.
Los sueños que le debemos a Artigas
“Pienso que el proyecto artiguista de reparto de tierras tenía mucho de eso, no de crear grandes latifundistas, sino de crear una ganadería de clase media. Es decir, el reparto de la tierra es, en el fondo, un reparto equitativo del ingreso posible en el marco de su proyecto.
Por eso, para mí, en mi manera de ver, este es el fracaso de nuestra historia, en gran medida, que nunca más el Uruguay pudo remontar. Nada de esto es deliberado, esto son consecuencias de cómo se da la historia”.
Las palabras de Mujica registran que la historia humana está llena de hombres que fracasan. Pero que no pasan inútilmente, “nos dejan un capital, un valor en mística de símbolo nacional”.
Luego vino la leyenda negra, construida por propios y extraños. Mala palabra hasta 1860, cuando empieza un proceso de reivindicación hasta nuestros días. “Acá el que ‘los más felices sean los más necesitados’ es algo que está metido”, aseguró. Siempre preocupado por los que no pueden, cuando las críticas hacia los gobiernos por los recursos que se gastan en políticas sociales crecen, las palabras de Artigas llegan desde la base de la revolución oriental: “se reitera el concepto en varias cuestiones de su literatura de gobierno, sus leyes, y creo que, en parte, culturalmente, se lo debemos a él”, reconoció Pepe Mujica al final de su relato.
Un proyecto como el artiguista, ¿hubiera convertido al Uruguay en un país similar a Nueva Zelanda? No se puede medir la historia que no fue, pero Mujica tiene una aproximación: “Quizás sí, algunos patriotas que siempre hubo, casi ciento y pico de años después discutieron y discutieron, y sacaron la ley de colonización en nuestro país. Y algunos la votaron, pero dijeron no le damos los recursos. Un proyecto mitigado, pero no por una bota militar sino por la trampa de no darle recursos.
Hubo otra gente que recogió el guante, ese desafío, antes que nosotros, y quiso contribuir a crear un Uruguay moderno, menos extensivo, más intensivo, en materia de conocimiento.
Estos sueños, se los debemos a Artigas. Gracias”.
Educación, salud mental y trabajo entre las preocupaciones de los más jóvenes, en un diálogo profundo con Pacha y Blanca.
“Es nacido de un trabajador común y corriente. Y representa, precisamente, el tipo medio de lo que es el Uruguay. Por eso lo voto y le pido a mi pueblo que lo acompañe”.
El compañero Daniel Caggiani señaló que Yamandú Orsi se presentó en el debate presidencial con propuestas claras y una visión de futuro, logrando contrastar dos modelos de país distintos.
Desde Las Piedras, donde el interior y el país metropolitano se abrazan, Yamandú Orsi llamó a reconciliar las distintas realidades para construir un país de certezas.
Proponemos un cambio en el que todos podamos vivir tranquilos, con más solidaridad, con más bienestar. “Sabremos cumplir”, dijo Yamandú Orsi.
Si no creyéramos que los humanos pueden construir un mundo un poco mejor, menos ruin, menos egoísta, ¿qué sentido tiene la vida y qué precio tiene la esperanza?