La niñez en cautiverio político durante la dictadura en la mirada de Gabriel Otero

“La fila de los Inocentes” es el relato de las otras víctimas del terrorismo de Estado, la de las niñas, niños y adolescentes con padres presos por sus ideas políticas.

Con la participación de Lucía Topolansky, Mirtha Guianze y Héctor Guido, así como la música introductoria de Ricardo Pose, la presencia de la intendenta Carolina Cosse y la participación en el público de Pepe Mujica, el compañero Gabriel Otero presentó un libro que, por personal, abre la perspectiva nueva de la mirada habitual al último Golpe de Estado. Ya es todo un tema el análisis político, económico y social de la dictadura y Gabriel nos propone una nueva lectura: la de los niños víctimas del cautiverio político.

“Como lector es la primera vez que tuve que imaginar cómo un niño puede estar viviendo y mirando el mundo”, se interpeló Guido en su presentación ante un público que abarrotó con expectación el Salón Rojo de la Intendencia. Valoró este aspecto como un aporte imprescindible.

Y reveló: “no podemos menos que sumarnos a esta reflexión de profundos cambios culturales, que ya no admiten más excusas, para detenernos a honrar la valiente ternura de tantas mujeres, simbolizadas en este libro en aquella sonrisa de Melba, su madre, que le regaló muy enferma en el Hospital Militar a la distancia, porque no lo dejaron acercarse”.

Hondamente conmovida por el relato de Gabriel, Mirtha Guianze destacó por su lado la belleza de las reflexiones, sin estridencias y con sencillez, en relación a la deuda social que los uruguayos tenemos con los niños de aquellos años. El libro es una recomposición del ayer, sin patetismos ni golpes bajos, con madurez.

Maltrato infantil de los funcionarios de la Casa Cuna, el desinterés de los maestros de la escuela El Molino, el caso “Amanda”, el desempleo por motivos políticos. Orden, disciplina, violencia física o psicológica. Una sociedad castigada y que también castiga, incluso con silencio o indiferencia, como dijo Guianze. Pero también la solidaridad de las enfermeras, las maestras y directora de la escuela Beltrán, los vecinos, el barrio y una comunidad que contuvo. Y, por supuesto, el rol de la madre y de su hermana, Graciela.

Los niños, cruciales para romper la incomunicación, fueron un hilo de vida que ellos sostuvieron

Por su parte, Lucía destacó la presentación de este libro a 50 años del golpe de Estado, porque la memoria es un puzle con piezas que aún faltan. Tenemos trazos gruesos, tenemos fechas, prensa censurada. Faltaba el aporte de estos protagonistas, aquellos 80 niñas y niños que debieron continuar su vida y reconstruirse.

A esa peripecia le sumó la mirada del otro lado, las mujeres presas y la llegada de los niños a las cárceles. Esos niños eran cruciales, niños que se sabían conscientes de su responsabilidad para regalarles las noticias del exterior de las cárceles. ¿Serán conscientes hoy de la importancia que tuvieron para ellas? Lucía alentó la escritura de esa época, de mano directa. Hay algo desde el alma en el libro de Gabriel que es necesario rescatar.

Lucía recuerda a los niños, sobre todo los que llegaban del interior, con sus noticias y también con sus “planes” de fuga que relataban a sus madres porque las querían rescatar. “Allí iba y venía un hilo de vida que lo mantuvieron aquellos niños que tuvieron que pasar por esa situación”, subrayó.

“Yo los recuerdo con cariño todas estas anécdotas, todas las compañeras, esa ingenuidad con la cual contaban esas cosas, sin amedrentarse por esa realidad. Así que a mí no me extraña que se haya demorado esta historia en surgir. No son cosas fáciles de contar, no surgen alegremente. No me llama la atención que haya sido a 50 años del Golpe de Estado, hemos vivido muchas cosas. Por eso quiero felicitarlo a Gabriel por habernos donado estos pensamientos y haber desatado esto, que debe seguir”, finalizó Lucía.