La frase tiene mucho tiempo y desde siempre fue una consigna que imperó en lo mejor de la idiosincracia uruguaya: hablando la gente se entiende. Tan es así que el Uruguay registra un acervo histórico en que su papel fue el de mediar conflictos y apelar a la diplomacia como instrumento útil e idóneo para resolver diferendos. Ese historial parece haber quedado muy atrás en la política nacional donde desde hace un tiempo asistimos a una dialéctica destructiva que lo menos que busca es el acercamiento y, en cambio, es la destrucción del rival de turno, el objetivo. Triste realidad que -espero y auguro- ceda espacio a la reflexión y la palabra se imponga permitiendo que el diálogo tome el rumbo que nunca debió perder.
En la campaña electoral se puso en discusión una reforma constitucional de la seguridad social que entendíamos inconveniente y por tal razón se impulsó la idea de un diálogo social que permitiera una discusión franca y sincera entre todos los involucrados para resolver un tema que nos comprende a todos.
La desfinanciación de cajas previsionales ha sido una constante de significativa preocupación para los uruguayos que dejamos atrás el tiempo de las vacas gordas en que fueron creadas. Las sucesivas crisis sufridas fueron mellando el potencial estructural de una sociedad que se solventaba de forma genuina con un equilibrio sostenido entre aportantes y beneficiarios (jubilados y pensionistas). Un tiempo que se fue agotando y en el que los platillos de aquella balanza se fueron volcando en perjuicio de las arcas de cada una de esas cajas que administran los recursos de los aportantes. El panorama nos fue empujando -reforma tras reforma- a pensar un sistema de convergencia que unifique todos los estamentos y cierre definitivamente las brechas e inequidades que hoy lucen las diferentes administraciones de seguridad social que hoy coexisten.
En esa discusión nos enfrascamos con posturas antagónicas que lejos de buscar acercamientos nos llevaron a someter el dictamen ante el soberano que no acompañó la iniciativa. Sin embargo, las elecciones las ganó una fuerza que impulsó el diálogo como instrumento y puso a un líder que destaca por sus dotes acuerdistas, como el presidente Orsi. Con ese escenario y la decisión soberana, el camino del diálogo estaba impuesto de forma contundente, pero no…
La voz del pueblo se hizo sentir y el resultado -parejo, es cierto pero resultado al fin- selló la discusión y la Constitución no sería el lugar donde plasmar una reforma como la que se planteó. En ese punto, hizo pie la propuesta del candidato que ganó la contienda y su compromiso de campaña pasó a ser la salida para zanjar una discusión en la que está en juego el futuro de los uruguayos.
En momentos de echarse a andar la pesada maquinaria del diálogo propuesto, la mezquindad política hace su peor juego negándose a participar de la instancia. No sin excepciones, porque a estar por las declaraciones del senador Bordaberry, nadie le consultó para tomar semejante decisión y expresó su opinión de ser una mala decisión negarse a dialogar.
Por otro lado la Coalición Republicana se quebró una vez más tras la decisión de Cabildo Abierto en participar de la instancia. Algo que habían comprometido también el Partido Nacional y el Partido Independiente de forma tácita nombrando a sus delegados.
En este punto me pregunto si en realidad creen que negarse a dialogar puede ser un instrumento político útil. Porque integramos un Parlamento donde la palabra misma lo dice, venimos a “parlar”, a hablar, a dialogar, buscando -aún en la discrepancia- esos espacios comunes donde se asientan las bases de los acuerdos. Esos lugares que permiten seguir construyendo institucionalidad en beneficio del colectivo.
Es en el diálogo donde podemos hallar los caminos que permitan encontrar el rumbo para un país que se ha edificado con el aporte de todos sus miembros sin excepciones y no por los gobernantes de turno en exclusividad. Al país le ponemos el hombro todos y no solo quienes gobiernan, de ahí que sea tan importante que asistan y den su punto de vista aún disidente porque la ausencia de la oposición en los gobiernos no es una señal democrática sino todo lo contrario. Es importante siempre que las minorías estén representadas y mucho más cuando esas minorías representan casi la mitad del país.
Soy una persona que cree en el diálogo, la vida me lastimó profundamente y encontré consuelo en la palabra para mitigar tanto dolor sufrido. De todas las personas con las que intercambié opinión me traje algo, de todas. Porque no hay nadie que tenga la verdad revelada, esta se construye de forma colectiva o no hay solución viable a los problemas más relevantes del país.
Dialogar, dialogar y dialogar, solo así podremos cerrar esta brecha invisible que parece querer seguir agrandándose y que nos aleja de lo verdaderamente importante.
Hablando la gente se entendía… espero que siga siendo así.
Graciela Barrera
Diputada
MPP – Espacio 609 – Frente Amplio
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