Señora Presidenta del Senado y de la Asamblea General:
Permítame dirigirme a Usted y a mis colegas legisladores mediante estas líneas que he escrito y que pasaré a leer, en un formato discursivo que no suelo utilizar, pero, que en el contexto en el que estamos, quiero hacerlo con el cuidado de las palabras que todas y todos merecemos.
El mensaje que tengo para decir es el resultado de una profunda reflexión personal, luego del episodio desencadenante del pasado miércoles, cuando esta cámara se encontraba interpelando al Sr. Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, y el Sr. Senador Sebastián Da Silva y yo, mantuvimos un cruce político y personal que hizo concluir abruptamente la instancia parlamentaria.
Desde el plano político, Sra. Presidenta, debo decir que esta forma de funcionar que estamos teniendo, en cuando a nuestros vínculos personales, la tonalidad de los discursos y la profundidad del debate parlamentario no es nuevo. Sucede que esta vez tocamos fondo.
Estábamos viendo como normal el desplazamiento del intercambio ideológico, de la confrontación de pensamientos y las situaciones de forma, al tiempo que ganó terreno el descrédito personal, los improperios, los insultos y hasta el delito de odio.
Y quiero empezar por mí. Reconozco, como lo he hecho de manera pública, que el tono de mis palabras y los términos usados en mi última intervención, no fueron los adecuados ni los pertinentes para ayudar a mejorar el funcionamiento de esta casa.
Esta es la casa de todas y todos. Es la Casa de la Democracia y debemos mantener el decoro necesario que nos honre como miembros de este parlamento.
En ese sentido, debo decir que, si bien reafirmo la lectura de los hechos que narré en aquella sesión, no creo, ni me consta, que el Senador Da Silva pueda ser catalogado como estafador; de hecho no fue el espíritu que quise imprimirle a mis expresiones.
También diré, que la reacción con que se respondió a mi desatino, lejos está de entenderse como equivalente, cuando recibo un insulto de tamañas dimensiones que, además, por si fuera poco, lejos de condenarlo sin más, hubo firmas que cargaron sobre el agredido la culpabilidad de todo el episodio.
Además, entiendo que, bajo ningún concepto, un agravio que pueda considerarse una mella a la honorabilidad de alguien puede ser respondido con un insulto odiante y homofóbico.
Hoy comparezco aquí, respaldado por la bancada del Frente Amplio, y lo hago en mi condición de Senador de la República para decir fuerte y claro que desde lo político, reafirmo el compromiso de que esta casa retome el rumbo del respeto, el intercambio de ideas, y la normal convivencia democrática que nunca debió dejar.
Soy el primero en mirarme al espejo para mejorar mis prácticas; también espero que los demás lo hagan. Por tanto, se impone una disculpa a esta casa, a mi bancada y a mi persona, sin titubeos, con todas las letras y en este ámbito, lugar donde resonó aquella agresión.
Desde lo personal, Sra. Presidenta, debo decirle que ya no soy el mismo.
He comprendido el dolor profundo que puede causar una palabra que es dicha para herir. Porque en todo este episodio y sus consecuencias, no escuché que las disculpas vinieran acompañadas de la negación conceptual del insulto propinado.
Tampoco vi, con la extraña excepción de un solo Senador, el desmarque público o personal sobre la conducta y los términos proferidos por el agresor.
Y como no quiero dejar nada a libre interpretación, también digo que no creo que los silencios hablen ni que el callarse la boca signifique complicidad. Sí digo, que con la reflexión impuesta por los días, esperé, al menos, alguna señal que me indicara que “nada está perdido”, y no fue así.
Desde hace varios días, estoy siendo punto de ataque homofóbico y discriminatorio, mediante las redes sociales, por un ejército de odiadores reincidentes (gran parte de ellos anónimos) que encontraron en este episodio un caldo de cultivo para propagar sus miserias humanas.
Es un episodio angustiante, que no se lo deseo a nadie, pero que refleja la realidad de decenas de uruguayas y uruguayos que padecen a diario este tipo de insultos en la calle, en el ómnibus, en su casa y en el trabajo.
De ahí, que nuestro compromiso con lograr ambientes libres de machismo, odio, y homofobia cobra hoy una importancia singular.
Como contra cara de esta triste situación, también debo agradecer la inmensidad de mensajes de amor, solidaridad y empatía que he venido recibiendo, provenientes de ciudadanos frenteamplistas, independientes, nacionalistas, colorados y cabildantes.
Y aquí, si me permite, haré especial mención a tres organizaciones que, sin pedirlo, se expresaron con contundencia sobre el fondo del asunto; ellas son: Colonia Diversa, Ovejas Negras y la Coordinadora de Psicólogos del Uruguay.
También quiero expresar claramente que, tal como ya le informé a mi fuerza política, no realizaré la denuncia penal por odio y homofobia. Sé que la ley me ampara y es claro: esto es un delito. Espero que se respete mi decisión y se comprenda. No quiero someter a mi familia a un proceso eterno que los perjudique. Tampoco busco la victimización de nadie, hay mecanismos políticos y los estamos ejerciendo.
Este triste episodio tiene que llevarnos a la reflexión profunda. Debe ser un llamado a convertir, un escenario triste, en una etapa superadora, desde la altura y el prestigio institucional.
¿Qué Parlamento queremos? ¿Uno donde cunda el agravio, la agresión, el insulto y el descrédito? ¿O buscaremos enaltecer el diálogo, honrar los acuerdos y fortalecer los vínculos democráticos?
Nos vanagloriamos de tener el sistema político más robusto del continente, de su prestigio y estabilidad, pero nuestras actitudes no condicen con esas cualidades.
Si seguimos por este camino nos quedaremos sin autoridad moral para cuestionar y actuar ante un insulto en la cancha de fútbol, frente a un ataque contra la maestra o los enfrentamientos sociales.
La sociedad está enferma de violencia y nosotros, que tenemos lugares de privilegio para ser ejemplo, estamos quedando sin herramientas por nuestras propias actitudes.
Pero la gente y la sociedad espera mucho más de nosotros. Esperan que este lugar de trabajo, privilegiado, muy bien remunerado, con un montón de facilidades, sirva para cambiar vidas. Que los políticos dejemos de mirarnos el ombligo, dejemos de pelearnos entre nosotros y trabajemos sobre lo concreto y lo puntual.
Mientras discutimos dentro de este hermoso palacio, hay mucha gente que sigue sin poder llegar a fin de mes, jubilados que no les alcanza el sueldo y tamberos angustiados por su producción.
Quiero, de corazón, que este episodio no se repita nunca más, por el bien de nuestra convivencia pero sobre todo por la referencia que exige este tiempo.
No vengo al parlamento a hacer amigos, vengo a trabajar por la sociedad y lo mínimo que uno espera es encontrarse con un clima de respeto recíproco.
Senador Nicolás Viera
Espacio 609 – Frente Amplio
“Estábamos viendo como normal el desplazamiento del intercambio ideológico, de la confrontación de pensamientos y las situaciones de forma, al tiempo que ganó terreno el descrédito personal, los improperios, los insultos y hasta el delito de odio”@nicovieradiaz pic.twitter.com/XRTQ6q6zm5
— MPP 609 (@MPP609) August 19, 2025
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El Senado aprobó este martes el proyecto de ley con medidas para mitigar los efectos de la brecha de precios en la frontera.
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Parece que fue ayer, pero en unos días habrán pasado cuatro años de la interpelación que hice por el acuerdo del Estado uruguayo con la empresa Katoen Natie. Escribe Charles Carrera.