La tasa de suicidio en Uruguay obliga al sistema político a delinear una nueva estrategia, ya que las implementadas hasta hoy han fracasado, señaló Alejandro Sánchez.
Atender un fenómeno de tal magnitud requiere sin dudas de políticas de Estado, pero también que nos repensemos como sociedad. Repensarnos cada uno desde el lugar que ocupe.
La realidad nos exige preguntarnos: ¿por qué la mayoría de quienes se quitan la vida en nuestro país son jóvenes o adultos mayores?, ¿qué está pasando con nuestros abuelos?, ¿qué está pasando con nuestros gurises?, ¿qué presente les ofrecemos?, ¿qué significa envejecer en esta sociedad digital?, ¿qué rol le da el Estado a las políticas de cuidados?, ¿qué significa ser pobre para un o una joven en un mundo donde se debe tener el último modelo de celular?, ¿cuánto se sufre siendo un o una adolescente con una corporalidad gorda cuando los patrones de belleza exigen otro modelo?
Necesitamos incorporar en nuestra convivencia una lógica más colaborativa y menos competitiva; afianzar nuestras redes comunitarias.
Necesitamos resignificar, deconstruir los conceptos de éxito, de belleza. Debemos poder charlar sobre la soledad, la tristeza, entre otros grandes temas. Sin duda, también es imprescindible mejorar los sistemas de salud, garantizando efectivamente el acceso, agilizando los tiempos de coordinación y atención con psicólogos y psiquiatras, reduciendo los tiempos de espera de los usuarios, en todos los prestadores del sistema de salud.
Como sociedad tenemos la posibilidad y la obligación de devolverle la ilusión a todos aquellos que la perdieron y construir así una comunidad, en la que cada individuo tenga deseos de vivir y en la que compartamos sueños, alegrías, tristezas, derrotas. Pero sobre todo… Esperanza.
El problema de la seguridad ciudadana es dramático para José Mujica, una temática que superó al Gobierno actual.
La tan pretendida razonable atención a las prioridades parece que no es tal. Tenemos más deuda, menos bienes públicos y menos salarios.
El Gobierno remata un predio declarado Patrimonio Histórico y después lo desafecta, con un lucrativo aumento de su valor.
Salto Grande se ha convertido en una cueva de clientelismo político amparado por el presidente y la ministra de Economía, sostuvo Pacha Sánchez.
Venían a dejar la casa en orden pero se van con más deuda, menos salarios y jubilaciones, y peor bienestar para la gente, dijo Pacha Sánchez.
El atraso cambiario y el desfinanciamiento estatal frenan a un país que necesita salir del estancamiento, subrayó Alejandro Sánchez.