Caso Penadés: ¿Qué viene después?

12 de octubre de 2023
Soledad Brandon

En el marco de una investigación que devela corrimientos y usos indebidos de los recursos del estado en pos del acusado hay varios temas de análisis. Por Soledad Brandon.

El Senador Gustavo Penadés es acusado por veintidós delitos en total, de los que se detallan: once de retribución y explotación sexual a menores, cuatro de abuso sexual especialmente agravado, uno de violación, uno de desacato y uno de atentado violento al pudor. En el marco de una investigación que devela corrimientos y usos indebidos de los recursos del estado en pos del acusado hay varios temas de análisis si nos preguntamos qué viene después. ¿Qué viene después de la noticia y qué subyace cuando tratamos deponer los hechos en contexto?

Las situaciones de Abuso Sexual Infantil y las de Explotación Sexual, de Niños, Niñas y Adolescentes (NNA), son escenarios de un nivel de extrema complejidad y daño para sus víctimas, que llegan incluso a comprometer la trama de la vida en todos sus niveles de desarrollo. Pareciera, a priori, que lo mediático de este caso, su trascendencia y sus impactos a nivel político, poco relatan de lo complejo en sí de las vivencias que se denuncian y las consecuencias que el abuso, la explotación sexual y la violación pueden haber generado.

En un proceso que desata en marzo y llega a esta semana con una formalización y solicitud de prisión preventiva, se entremezclan denuncias de investigaciones paralelas con recursos estatales e intentos de coerción hacia las víctimas denunciantes.

A pesar de todos estos elementos adversos, la justicia logra configurar una investigación exhaustiva, cuidadosa y ajustada a un proceso de reparación y restauración de derechos para quienes vieron sus vidas vulneradas. Todo esto habla de un sistema que logra hacer potencia de sus fortalezas a pesar de los obstáculos y vicisitudes.

Ahora bien, cabe preguntarnos cómo este caso habla de lo que como sociedad consideramos que es el Abuso Sexual Infantil y la Explotación Sexual de NNA. Cuando frente a una situación de esta magnitud las respuestas del Gobierno son parciales, dubitativas, y en añadidura se despliegan mecanismos de “salvaguarda”, el mensaje a nuestra sociedad es preocupante.

Nuestro país adhiere a la Convención de los Derechos del Niño. Desde ahí en adelante todo su corpus legislativo está orientado a los desarrollos integrales de niñas, niños y adolescentes en situaciones de cuidado que velen por sus derechos. Si ese mismo aparato es utilizado en el sentido contrario estamos borrando con la mano lo que escribimos con el codo.

Es imprescindible que frente a estos hechos, no solo por el caso en sí, el Gobierno busque reparar el daño en gestos concretos. Replantear el rol de sus instituciones en la prevención de las violencias hacia las infancias, ordenar y optimizar la gestión de los recursos existentes en prevención de explotación sexual de NNA y lo referente a la protección, reparación y acompañamiento a niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia sexual, que son cuestiones objetivas en las que las políticas públicas pueden mejorarse. No es necesario inventar la pólvora, es fundamental hacerse cargo y dar muestras concretas de que estas formas de violencia son intolerables e inadmisibles en nuestro país. Al día de hoy todo eso parece poco probable y el costo que vamos a pagar será altísimo.

Ayer el ministro de Interior declaró: «Queremos decirle a la opinión pública el dolor, el engaño que sentimos en lo personal, la traición que sentimos de esta situación», y el dolor no es personal, es público y es político. Cómo cabeza del Ministerio que tiene que garantizar la seguridad de todas y todos es poco el aporte. Deseable es asumir el error, esperable anunciar medidas para tratar de no volver a cometerlo, digno buscar un nuevo camino para la gestión de la cartera. Pero todo eso le quedó enorme ayer. Y esa ha sido la constante: la de manejarse con la pena, la tristeza, el desengaño y la traición del “amigo”. Acá la cuestión es diferente, muy diferente. Acá hay responsabilidad directa, hay un camino en paralelo para ayudar a un acusado, hay un Gobierno que puso el aparato del estado al servicio de intereses particulares (otra vez). Pero de eso no han dicho absolutamente nada y este pueblo se merece otra cosa. Cuando un hombre con poder, a pleno conocimiento de eso, hizo uso y abuso de ese poder, lastimó y destrozó gurises y dañó la confianza que le fue depositada por un país, las respuestas de quienes están a cargo no pueden ser éstas. Este país y todos y todas nos merecemos un gobierno responsable.

Otro tanto el señor presidente, que sale en un intento de enredo argumental donde tira datos que entreveran que si la investigación se pidió pero en realidad también se detectó, entonces en realidad no es para tanto y la verdad que sí, es para tanto y más. Apelar a “la culpa es del Frente Amplio” habla más de quien lo dice que lo que pueda llegar a decir. La incapacidad elegida de asumir un hecho de corrupción e intento de encubrir a un abusador no se borra con giros retóricos. Otra vez, queda pequeño frente al rol que debería asumir.

Esta forma de diluir, de llevar el cuentito como una traición, una desilusión, una cuestión excepcional, es insultante para la inteligencia de nuestro pueblo pero además es seguir vulnerando a las víctimas de este hecho y desconocer la postura que el Gobierno plantea de forma silenciosa. Cuando frente a la injusticia, frente al horror, se elige mirar para el costado o dibujar la realidad se dice mucho. Esta problemática es gravísima, no nace con este caso y en vez de intentar hacer un proceso que nos fortalezca a pesar del horror eligen sistemáticamente evadir la realidad.

Son ejercicios de responsabilidad que el Gobierno debería asumir de forma urgente, ya no para desandar la tormenta acontecida, sino para asegurar que algo como esto no se repita nunca más en nuestro país. Este hecho de corrupción marca porque fue sobre lo más delicado que tenemos: nuestra gurisada es la víctima. Parece que ese mensaje no fuera claro para nuestro Gobierno, de todo esto queda la sensación de abuso de poder ya no sobre los cuerpos de niños sino sobre un pueblo entero que tiene que atestiguar una barbarie inédita.

Hoy la deuda es enorme, las omisiones y responsabilidades son inmensas y faltan medidas concretas y mensajes claros que muestren cómo se gestionará esta crisis. Da bronca, preocupa y nos deja esperando, una vez más, que estén a la altura. Esperemos que así sea.

Soledad Brandon

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