La formación docente merece una universidad propia, con autonomía y cogobierno, que esté a la altura de los desafíos de la educación.
La creación de la Universidad Nacional de la Educación (Uned), propuesta en el proyecto de ley presentado por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) que próximamente ingresará al Parlamento, marca un paso firme hacia una política educativa de largo aliento, estructural, con vocación transformadora. Se trata de una deuda histórica con la formación docente y con la necesidad del país de contar con una institución universitaria específica, pública, dedicada a formar profesionales, producir conocimiento e incidir en el rumbo del sistema educativo.
Recordemos que, en mayo de 2006, la XIII Asamblea Nacional Docente (1) desarrollada en Salto expresó la necesidad de generar un espacio de carácter universitario, sumando la investigación y la extensión. En 2007, el Primer Congreso de Educación, maestro Julio Castro, destacó la importancia de “defender el carácter universitario de la formación docente, entendido éste como extensión, investigación y docencia” (2). En 2010, mediante un informe realizado por MEC, Udelar, INAU, ANEP, se planteó también la necesidad de dar carácter universitario a la formación docente (3).
La Ley General de Educación, concibió a la formación en educación como “enseñanza terciaria universitaria” y se dispuso la creación del Instituto Universitario de Educación (IUDE), texto que se hacía eco de demandas previas. Una vez que se aprobó la UTEC en 2012, luego de idas y vueltas y logrando finalmente grandes apoyos, la UNED comenzó a visualizarse como posibilidad. El periplo de estas demandas e iniciativas es por todos conocido. La propuesta de Instituto pasó a ser un proyecto de Universidad y la bancada de diputados del Frente Amplio lo consideró en el Parlamento en 2013, logrando las mayorías necesarias para la media sanción, pero faltó un voto en el Senado para su aprobación. La oposición del momento no acompañó (salvo el sector de Pedro Bordaberry), y fracasó. En 2017 volvimos a trabajar sobre la base de un nuevo proyecto de ley, que llegó a ser considerado en el Senado, pero tampoco prosperó por falta de votos para su aprobación.
Hoy, el partido se empieza a jugar nuevamente. La acumulación es vasta y la discusión se ha instalado en buena parte de la sociedad. Una encuesta reciente indica que el 56% de la población considera que es importante crear una universidad destinada a la formación en educación.
Semanas atrás el Ministerio de Educación y Cultura presentó un nuevo proyecto de ley para la creación de la Uned. En su exposición de motivos se establece que Uruguay necesita una universidad dedicada a la formación docente, que articule enseñanza, investigación, y extensión, y que lo haga con los principios que han definido históricamente a la educación pública uruguaya: autonomía, cogobierno, compromiso social y calidad académica.
Concebimos a la Uned como una Universidad autónoma, por eso la forma jurídica para darle cuerpo que tenemos es la de un ente autónomo, que consagra a texto expreso la libertad de cátedra de sus docentes. La pensamos cogobernada por sus colectivos: docentes, estudiantes y egresados. Quienes habrán de integrar su Consejo Directivo Nacional (3 docentes; 2 estudiantes y 2 egresados) y su Asamblea Nacional (18 miembros del orden docente, 12 del orden estudiantil y 12 del orden de egresados), siendo el cargo de rector ocupado por uno de los 3 docentes que integren el Consejo Directivo Nacional. Además, a nivel local, pensamos también la existencia de organismos cogobernados mediante la figura de los Consejos Asesores y Consultivos en cada Centro Universitario de Formación en Educación. Somos plenamente conscientes que esta propuesta debe ser cotejada con los diferentes partidos políticos que integran el Parlamento en virtud de las mayorías especiales que se requieren, si así no fuera, entendemos que sería una gran señal de todo el sistema partidario un acuerdo de amplia base para esta nueva institución.
Esta arquitectura institucional busca garantizar que la Uned no sea una simple certificadora de títulos, sino un espacio de construcción colectiva, producción de pensamiento pedagógico crítico y formación continua; donde la articulación con el sistema educativo nacional y la participación en la coordinación del Sistema Nacional de Educación Pública (SNEP) le otorguen un rol estratégico en la definición de políticas educativas.
Queremos que esta Universidad forme profesionales de la educación de calidad, tanto a nivel de grado como de posgrado; que promueva una educación solvente en sus distintos niveles, en articulación con el medio a través de su interacción con las restantes funciones universitarias; que genere investigación en educación socialmente comprometida, de interés público y sensible a la búsqueda de innovación; que impulse actividades de extensión vinculadas a contextos sociales e institucionales diversos. Una universidad que dialogue con el entorno educativo en el que surge, que esté vinculada con quienes serán sus pares: Udelar y Utec. Una Universidad que también habilite la movilidad y navegabilidad de sus estudiantes con esas casas de estudio. Y también queremos una universidad de cara a la región, que pueda promover y formar parte de planes de movilidad tanto de docentes como de estudiantes a nivel regional e internacional.
Hasta ahora, la formación docente en Uruguay ha estado relegada al margen del sistema universitario. El Consejo de Formación en Educación (CFE) ha cumplido la función relevante de formar a nuestros docentes en todas las ramas que el sistema comprende. Se ha desarrollado por todo el territorio de la república y es historia viva de nuestro quehacer educativo. Pero, como órgano desconcentrado dentro de la ANEP se ha visto limitado en su capacidad de profundizar en la generación conocimiento propio, desarrollar líneas de investigación estables y formar posgraduados. Esta situación, además, ha generado una contradicción: se exige a los docentes mayor profesionalización y preparación académica, pero no se les reconoce institucionalmente como profesionales universitarios.
La Uned resuelve este rezago al ubicar la formación de educadores dentro del sistema universitario público, con estándares académicos, desarrollo de investigación propia y autonomía institucional. Este reconocimiento no es meramente simbólico: implica una transformación en las condiciones de producción del saber pedagógico, en la relación entre teoría y práctica, y en la capacidad del país para pensar su sistema educativo desde una mirada científica y crítica.
El modelo de autonomía y cogobierno no es un capricho ni una bandera partidaria: es una conquista democrática consagrada en la Constitución de la República desde la reforma de 1967, que reconoce a la Universidad de la República como una institución autónoma y cogobernada. Este modelo ha demostrado su eficacia a lo largo de décadas, garantizando libertad de cátedra, estabilidad académica, pluralismo ideológico y participación activa de todos los actores.
Lejos de ser una traba, el cogobierno ha permitido a la Universidad de la República avanzar en políticas como la descentralización universitaria, la expansión de carreras y servicios, y el fortalecimiento de la investigación científica. Reproducir este modelo en la Uned implica confiar en la capacidad de los propios educadores para gobernarse, evaluarse y proyectarse. La autonomía y el cogobierno no son obstáculos, sino condiciones necesarias para garantizar una educación crítica, comprometida con la sociedad y libre de presiones coyunturales.
En su comparecencia de mayo de 2013 ante la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara de Representantes, el Grupo de Reflexión Educativa (GRE) sostuvo que “el carácter universitario de la formación docente es inseparable de una institucionalidad autónoma y cogobernada, que permita el desarrollo de una cultura académica propia, articulada con el sistema educativo, pero no subordinada a él” (4).
La creación de la Uned no es solo una medida de justicia institucional: es una apuesta estratégica por la calidad de la educación pública. En un mundo que exige nuevas formas de enseñar, aprender, investigar e incluir, Uruguay no puede permitirse seguir formando a sus docentes en estructuras que no tienen las herramientas ni el reconocimiento para enfrentar estos desafíos. La Uned será un espacio donde se estudie críticamente la práctica educativa, se promueva la innovación, se valoren los saberes pedagógicos locales y se formen profesionales con compromiso ético y sensibilidad social.
También será una voz necesaria en el campo de las políticas públicas: una universidad que, desde su especialización, pueda incidir en el diseño de programas, evaluar resultados y proponer caminos alternativos. En el 2013 nació la UTEC con el objetivo de llevar la formación universitaria a cada rincón del país y desarrollar las potencialidades de cada localidad de nuestro territorio. La UNED llega para complementar el sistema universitario, fortaleciendo el carácter público, plural y descentralizado del conocimiento en Uruguay.
La Universidad Nacional de la Educación es una pieza que faltaba en el entramado institucional del país. Su creación responde a un largo proceso de discusión y acumulación pedagógica, impulsado por colectivos docentes, académicos, estudiantes y referentes del ámbito político y educativo. No parte de cero: se basa en experiencias concretas, demandas legítimas y horizontes compartidos de miles de estudiantes y docentes.
Apoyar su creación es reconocer que la educación no mejora con discursos sino con decisiones. Es asumir que la formación docente merece una universidad propia, con autonomía y cogobierno, que esté a la altura de los desafíos que enfrenta la educación. Es, finalmente, confiar en que el conocimiento pedagógico puede y debe ser producido colectivamente, desde el compromiso con una sociedad más justa, crítica y democrática.
1 – CODICEN-DFPD XIII (15 al 19 de Mayo de 2006). Asamblea Nacional Ordinaria de Docentes de Formación y Perfeccionamiento Docente, Por una Formación Docente autónoma y participativa.
2 – CODE (Enero 2007). Primer Congreso Nacional de Educación Maestro Julio Castro. Página 25.
3 – Comisión de implantación del IUDE. Informe Final (8 de febrero de 2010).
4 – GRE, “Universidad de la Educación: aportes al debate parlamentario”, 2013.
Opinión | Una deuda histórica que debemos saldar
— Montevideo Portal (@portalmvd) August 28, 2025
La formación docente merece una universidad propia, con autonomía y cogobierno, que esté a la altura de los desafíos de la educación.
Escribe Sebastián Sabini (@tatisabini)
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