De Batlle, ni el sobretodo
Sebastián Sabini
A comienzos del siglo XX, desde París, Don Pepe Batlle escribió a sus colaboradores políticos más íntimos: “Yo pienso aquí en lo que podríamos hacer para construir un pequeño país modelo”.[1] La cita del historiador estadounidense Milton Vanger refleja cabalmente las intenciones de un político que transformó completamente las estructuras del Uruguay e impulsó un proyecto político transformador de la mano de un Estado garante de los derechos individuales y el desarrollo económico, como afirma el propio Vanger.
¿Y a dónde fue a parar ese batllismo? Dentro del Partido Colorado, seguro que no. Pero tampoco es algo reciente: la disociación entre colorado y batllista ya cumple 60 años. A la muerte de Luis Batlle Berres en 1964, el heredero filial de los ideales batllistas los hizo a un lado, y bien lejos. “Fue como si me hubieran abierto de nuevo la mollera, me hubieran sacado el cerebro y me hubieran puesto otro. Ahí se me abrieron los ojos”, decía Jorge Batlle a fines de los años 60, luego de presenciar una conferencia en Buenos Aires a cargo de Ludwig Von Mises y Friedrich Von Hayek, arquitectos de la primera propagación del pensamiento neoliberal.[2] De ahí en más hemos sido testigos de un viraje hacia una visión profundamente divergente con el pensamiento batllista originario.
Y Ernesto Talvi no nos ha mentido para nada. Desde que ingresó a la arena política se presentó como el ‘delfín’ de Jorge Batlle. Además de su doctorado en la Universidad de Chicago, desde 1997 fue director académico del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social, think tank creado por Ramón Díaz y Ricardo Peirano. Entre 1990 y 1995 fue parte del equipo económico del Banco Central. Es uno de los fundadores del liceo Impulso, Fundación que hoy es presidida por Nicolás Herrera, uno de los dos miembros uruguayos de la Fundación Mont Pelerin, difusora del neoliberalismo desde fines de la década de 1940.[3] En fin, Talvi no es un recién llegado a estas ideas.
Las propuestas del Programa del Partido Colorado siguen esta línea de pensamiento, aunque en el discurso se quiera presentar de otra forma. La referente en economía de Talvi, Ana Zerbino, fue precisa al respecto: “El mejor asignador de los recursos es el mercado…”[4] También nos promete sostener los Consejos de Salarios pero, al igual que Luis Lacalle Pou, afirma que hay que “modernizarlos”. Fernando Pérez Tabó, asesor en relaciones laborales de Talvi fue explícito: “El consejo de salarios debe volver a su razón de ser, que es la intervención del Estado para la fijación de salarios mínimos”.[5] ¿A dónde irán a parar todos los logros obtenidos por los trabajadores en los últimos quince años si sólo se van a negociar los mínimos salariales?
Al igual que Lacalle Pou, también afirma que derogará el Decreto No 165/006, sobre el derecho de huelga. Que sea el propio Batlle y Ordóñez el que se exprese: “El Partido
Colorado ha reconocido y garantido el derecho de huelga, manifestándose opuestos a toda intervención del Poder Ejecutivo que tenga por objeto, en cualquier forma, y en nombre de los intereses generales, someter a los huelguistas a sus patrones”. [6] Nada más que agregar.
Otro eje central de las propuestas del Partido Colorado se encuentra en la reducción de funcionarios públicos. El cálculo del candidato es que existe un exceso de 100 mil funcionarios explicado por el incremento producido en los quince años de gobierno del Frente Amplio, pero los números muestran que el aumento se ha producido en áreas que Talvi pretende desarrollar, sobre todo, educación y seguridad, mientras que el resto de la administración pública ha reducido sus vínculos. Entonces, ¿cómo se atienden las demandas de salud, educación y seguridad con menos funcionarios? La única respuesta es la reducción en la calidad de los servicios. Y sabemos que eso afecta directamente a los sectores menos privilegiados de la sociedad, a quienes no pueden pagar por servicios privados.
Ernesto Talvi ha puesto énfasis en el desarrollo educativo. Lo compartimos y el Frente Amplio ha priorizado la educación como nunca en nuestra historia. Ahora bien, su política se orienta en crear lo que ha denominado ‘centros modelo’. ¿Y a qué hace referencia? Se trata del Liceo Impulso, ubicado en la Cuenca de Casavalle, fundado, entre otros, por Talvi. Es un centro público privado que se solventa económicamente por donaciones, fundamentalmente con dineros públicos a los cuales el Estado renuncia por medio de la devolución de impuestos a las empresas donantes. Eso le permite sostener su infraestructura y empleados pero también una inversión por alumno muy superior a la de los liceos públicos. ¿De dónde van a salir los recursos para construir esos centros modelo prometidos, cuándo Talvi nos plantea un Estado en retirada y una economía en crisis?
Por otra parte, el liceo Impulso se dirige a estudiantes que cuentan con un apoyo familiar que sostiene la continuidad educativa de los menores, cosa que, lamentablemente, no se encuentra con la frecuencia que desearíamos. Además, el ingreso a la institución está topeado a los catorce años. Imaginen que el Estado le diga a un adolescente que no puede estudiar porque está pasado de edad. Esto también selecciona a aquellos que no tienen rezago educativo por lo que están más predispuestos a obtener mejores resultados académicos. De esta forma, Talvi nos promete replicar un modelo exitoso basado en un fuerte componente económico y, al mismo tiempo, que excluye y segrega. Las obligaciones del Estado, más si las miramos desde un pensamiento batllista, no pueden estar más alejadas.
Talvi nos ha repetido hasta el cansancio las bondades del modelo chileno. Sin dudas, la política macroeconómica de ese país es muy saludable, pero al mismo tiempo tiene una pésima distribución de la riqueza. Los trágicos episodios que está viviendo el pueblo del país hermano no se explican por un aumento en el pasaje del metro sino por años de
segregación y exclusión de los sectores populares, olvidados por un Estado que le ha dado la espalda a su gente.
Sin una adecuada redistribución de la riqueza no se logra una sociedad más justa. Y no es, particularmente el mercado, quien realiza mejor ese reparto. Ejemplos sobran. Talvi nos quiere vender un país modelo, la Suiza de América, enmarcada en los ideales batllistas pero bajo un pensamiento neoliberal. Y el neoliberalismo no es un cuco para asustar y obligar a los niños a tomar la sopa. Es una ideología (y permítanme el reduccionismo en aras de la claridad) basada en el individualismo que deja en las manos invisibles del mercado el desenvolvimiento de la economía y el funcionamiento de la sociedad. Aquel capaz de prosperar, bárbaro. El resto, marchó. Quienes aspiren a eso, tienen en Ernesto Talvi un fiel representante.
Sebastián Sabini es diputado del Movimiento de Participación Popular, Frente Amplio.
“Mi deber como ciudadano y militante político es renunciar y presentarme ante la justicia para dar todas las explicaciones”.
La historia la construyen los de abajo, con el corazón abierto para luchar contra las injusticias sin pedir nada a cambio. Los que construyen el sueño de una patria para todos.
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Por un país que cuida la seguridad y orienta los recursos del Estado a atender lo que debe atender, no para perseguir intereses políticos, expresó Yamandú Orsi.