Ni crisis ni recesión: Informe de coyuntura económica a septiembre 2018

28 de septiembre de 2018

Como ya es habitual desde hace una década, la realidad sigue contradiciendo los sombríos pronósticos de muchos consultores y consultorías, que a menudo confunden deseos con realidades. El economista Talvi candidato reciente del Partido Colorado, así lo hizo, coincidiendo sus análisis con sus simpatías políticas. Economistas de la dictadura (Caumont, Protasi) vinculados al expresidente L.A. Lacalle o al Partido de la Gente (Novick) como Javier de Haedo pronosticaron, nostálgicos, una inminente recesión de la economía uruguaya arrastrada por el caos neoliberal de Argentina y Brasil.

Por:  economiapolitica.uy

Lo cierto es que el crecimiento económico, aunque menguado, sigue presente en la economía uruguaya, alargando la fase de expansión del ciclo económico que comenzó en 1998. En el segundo trimestre de 2018 el crecimiento alcanzó 2,5% si lo comparamos con igual trimestre de un año atrás, y 2,1% si lo medimos anualizado a junio. Podemos también observar el crecimiento en lo que va del año, 1er. Semestre, constatándose un incremento del 2,4% con respecto al primer semestre de 2017.

El PBI en dólares es una medición que a menudo se utiliza en la comparación internacional, y como base para la construcción de indicadores sobre el riesgo de las economías. En junio de 2017, el PBI anual de Uruguay alcanzó la suma de 57.314 millones de dólares, mientras que a junio de 2018 aumentó a 60.526 millones de dólares, casi un 6% mayor, reflejo de un crecimiento de precios internos por encima del aumento de la cotización del dólar. Si lo

comparamos con la deuda neta del sector público (deducidas las reservas internacionales), nos muestra que el endeudamiento alcanzó el 30% del PBI anual en junio de 2017, y el 32% en junio de 2018. Proporciones por demás aceptables para los organismos internacionales.

A su vez, de entre sus antiguos compañeros de ruta, en términos progresistas, solamente Uruguay y Bolivia mantienen niveles de crecimiento en el contexto de la coyuntura menos amigable que se inició en 2014, revelando, en la gran mayoría de los casos (Argentina, Brasil, Ecuador) que el abandono de las políticas de inclusión social con alta participación del estado han producido desequilibrios de tal magnitud que el retroceso se expresa en la pérdida de crecimiento económico y el aumento de la pobreza.

La gráfica que exponemos a continuación contempla las tasas de crecimiento anuales durante todo el ciclo 1998-2018. Se evidencia que el peligro de recesión se aleja cada vez más, a medida que el crecimiento se sigue manifestando con tasas superiores al 2% desde el primer trimestre de 2017. Pensamos que este va a continuar, y que el año 2018 va a cerrar con un crecimiento muy cercano al 2,4%, ubicándose en el promedio del ciclo, pero aún lejos del promedio del período progresista.

LOS COMPONENTES DEL CRECIMIENTO
En el crecimiento económico anualizado a junio 2018, continúa manifiesta la incidencia a nivel sectorial del comercio y restaurantes y hoteles, fuertemente asociados al mercado interno, al consumo importado y al turismo, y nuevamente de las telecomunicaciones con un gran desarrollo de la transmisión de datos. La industria manufacturera comienza a recuperarse con la reapertura de la refinería de ANCAP, la industria forestal y la producción de automóviles. En cambio, el sector agropecuario desciende con caídas en algunos cultivos y ganadería de carne, contrarrestado parcialmente por aumento en silvicultura y madera.

Coherente con estas apreciaciones, el consumo interno de los hogares uruguayos es la principal explicación, desde la demanda, del mantenimiento del aumento del PBI, junto a las exportaciones que tuvieron un crecimiento importante en los primeros meses del año en curso. Las importaciones crecieron bastante más, explicando un déficit comercial que tuvo como hecho coyuntural el desplome de las exportaciones de soja (el principal rubro de exportación desde 2012). El aumento de la presión tributaria reflejó el esfuerzo de la consolidación fiscal iniciado en 2016.

Ahora bien, con la información más reciente, último trimestre y primer semestre del año 2018, hay algunos cambios que es interesante destacar. El aumento del gasto del gobierno, y especialmente la inversión pública (vialidad del MTOP y obras de ANTEL) comienzan a insinuar una acción anticíclica, que sumado al gasto de los hogares se presentan como los principales sostenes del crecimiento a lo largo del año. Desde la producción, es importante la recuperación de la construcción que podría revertir su declive desde 2015. La disminución de las exportaciones son por un lado el reflejo de lo sucedido con el cultivo de soja y arroz y menores ventas de frigoríficos, y por otro que los sectores cuya dinámica no se basa en el mercado externo son los mayores apoyos del ascenso continuado del PBI.

Hemos agregado nuestras proyecciones de las cuentas nacionales de BCU en lo que hace a la distribución del valor agregado, constatando que el aumento del PBI en el primer semestre de 2018 con respecto a igual período en 2017, fue apropiado fundamentalmente por las ganancias empresariales y por los ingresos impositivos del estado. El aumento del ingreso de cuentapropistas, productores familiares y otros trabajadores independientes se debió a un incremento del empleo más que en sus ingresos (que también aumentaron). En contrapartida, la masa salarial sufrió una caída de 0,7% por una disminución de los puestos de trabajo superior al aumento del salario promedio.

PRODUCTIVIDAD Y EMPLEO
Desde 2006 a la fecha, el cambio estructural más importante a nivel del PBI lo constituye la participación del sector Transporte y Comunicaciones que duplicó su participación en el nuevo valor creado (desde 9% a 19%). Seis puntos de dicho aumento se explican por el retroceso del sector primario y de la industria manufacturera, fuertemente vinculados a través de la transformación de materias primas agropecuarias. Sin embargo, a nivel del empleo los cambios no han sido tan radicales, en buena medida porque se han dado en sectores con alta incorporación de tecnología.

En el período 2006-2014, cuando se dio el mayor crecimiento, con la mejor distribución y el mayor empleo, se crearon 260 mil puestos de trabajo, con el sector servicios justificando casi la mitad de ellos y un importante aporte de la construcción y el comercio. El crecimiento más lento por el que estamos atravesando ni por asomo ha destruido tan importantes avances económicos y sociales, como sucedió en 1982 y en 2002, pero está afectando a una buena parte de aquellos beneficiados.

Desde 2014 se han perdido 60.000 empleos, aunque la producción creció un 6%. ¿Dónde se ha perdido ese 20% de ocupación? Principalmente en el sector agropecuario y la industria (incluyendo construcción), que explican el 85% de dicha pérdida (cuadro 3). Esto es muy importante saberlo para plantearse la política económica de corto y mediano alcance necesaria en esta coyuntura. Una mirada más cercana nos indica que en el primer semestre de 2018 se perdieron 22.000 de esos 60.000 empleos, la mayoría de ellos en el sector primario y en el comercio. ¿la pregunta central es, trabajamos para regresar a esos trabajadores a sus antiguos trabajos, si es que aún existen, o pensamos en crear nuevas opciones de trabajo que los alejen del ciclo económico y del devenir tecnológico? Es necesaria una política de corto plazo para sostener algunos sectores en crisis, y una de mayor alcance que busque diversificar posibilidades, ampliar oportunidades, distribuyendo activos y aumentando capacidades.

En este marco de menor crecimiento y menos empleo, la productividad ha variado, y no faltan las voces que reclaman rebajas salariales y flexibilización laboral. La productividad global (PBI total/ trabajador ocupado) creció permanentemente desde 2006, atravesando el período de auge hasta 2014 y el declive posterior, con el empuje mayor de las productividades en Comunicaciones, Industria Manufacturera y el Comercio. La única actividad que al respecto evidenció un retroceso fue la industria de la construcción (cuadro 4).

Es claro que el aumento del producto va muy asociado al incremento del personal ocupado, pero hay actividades donde por ejemplo la informática dispara las escalas de producción sin necesidad de nuevos puestos de trabajo. Lo que cambia es la calidad del trabajo y las capacidades de la fuerza de trabajo aplicada. El ejemplo clásico son las telecomunicaciones, pero también se presenta en la intermediación financiera, en algunas ramas industriales, y en el comercio. De acuerdo con el cuadro 4 entonces, excepto la construcción, las demás actividades aumentaron la productividad del trabajo, incluso desde 2014 a nuestros días.

Ahora bien, ¿qué ha sucedido con el salario de los trabajadores? El salario real promedio TAMBIEN se elevó durante todo el período, hasta 2014 incluso por encima de la productividad, pero desde allí la evolución se revierte y es ésta última que asciende más rápido que los salarios, según se aprecia en la gráfica 2. Mientras desde 2014 los salarios crecen un 7% en términos reales, el producto por trabajador creció un 10%. A nivel global y con respecto al salario no hay una crisis de rentabilidad.

Cabe preguntarse, ¿sucedió eso en todas las actividades? Sucedió en la industria manufacturera y en transporte y comunicaciones. En el sector primario, desde 2014 el salario real promedio descendió casi un 5% frente a un aumento de la productividad del 18%. En ambos casos es necesario desagregar por actividades específicas, en particular el agro donde la negociación colectiva ha sido bloqueada por la patronal. Al contrario, en el sector de la construcción el salario ha progresado en mayor medida, reflejo de un poder de negociación importante de los trabajadores, así como de una rentabilidad extra del sector por evolución de sus precios por encima de los precios del resto. En los sectores del comercio, restaurantes y hoteles, y otros servicios también el salario promedio superó a la productividad en ambos períodos, teniendo en cuenta que es allí donde se encuentran los salarios más sumergidos y que registran aumentos superiores al promedio.

EL DESACOPLE
No hay ninguna duda de que, a partir de 2015, o sea de la presidencia de Macri, Argentina inició un rumbo errático y muy malo en términos económicos y sociales, y que Uruguay no se ha “contagiado” como le sucedió en 2002. En efecto, mientras el PBI de Argentina decreció en -4,2%, el de Uruguay aumentó en 2,5%. Si observamos el tema cambiario, sobre el que se centraron todas las expectativas en la coyuntura, durante 2018 el peso argentino se devaluó 110% mientras el peso uruguayo perdió valor ante el dólar en un 15% (gráfica 3). Mientras el Banco Central Argentino (BCRA) pierde dólares prestados por el FMI sin parar la especulación, el BCU actúa selectivamente equilibrando inflación y competitividad manteniendo las reservas internacionales a un nivel histórico. Y este es el componente mayor del “desacople”, las políticas públicas desplegadas frente al cambio de signo de la situación internacional.

De todos modos, tenemos nexos importantes, y por tanto canales de transmisión, con Argentina, que implican que el desacople no es blindaje. La crisis de 2002 rebajó la importancia de las exportaciones a nuestros vecinos desde un 18% sobre el total exportado al 6%, manteniéndose hoy en un porcentaje similar (5,4%). Pero también se mantuvo una composición en términos de valor agregado superior al resto, en la medida que dicho mercado absorbe autopartes, productos de papel y cartón, pinturas, plásticos, artículos de limpieza, fármacos, vestimenta y artículos de cuero, entre otros. Ello significa un volumen de empleo importante y reflejo de inversiones directas con origen en la vecina orilla, como por ejemplo los laboratorios farmacéuticos.

Ni hablar de la importancia del gasto de los turistas argentinos, que prácticamente equilibran el balance de servicios del balance de pagos, y de las inversiones inmobiliarias y en la agricultura.


EN SINTESIS.
Reiteramos lo del título, no estamos en crisis ni entramos en recesión. Sin embargo, tenemos desafíos tan importantes como el empleo, la diversificación productiva, mantener el consumo interno y la inversión pública. Quiere decir, superarnos a nosotros mismos, porque en torno a esos objetivos hemos avanzado, como nunca antes.

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