Pepe Mujica sobre los bolazos de la campaña y la importancia de la inversión social de la que no quieren hablar

13 de noviembre de 2019
Pepe Mujica sobre los bolazos de la campaña y la importancia de la inversión social de la que no quieren hablar

Retornando al programa radial Espacio para pensar: Reflexiones de José Pepe Mujica en M24 (97.9 en Montevideo y 102.5 en Maldonado), el expresidente y compañero Pepe nos propone un análisis más profundo y real frente a algunos de los disparates que se vienen diciendo en la campaña. Más precisamente, analiza esa flamante e innovadora idea de que hay que subir la edad jubilatoria sin tener consideración alguna en cuál es el alcance que algo así significaría para los sectores más vulnerables de nuestra sociedad y para aquellas personas de oficios que requieren poner el cuerpo.

Además, el compañero Mujica refiere también a la importancia de la seguridad y la inversión social enfocándose en la niñez y, más aún, en la tercera edad. Algo de lo que no se está queriendo hablar en la campaña, pero que representa uno de los aspectos fundamentales en la construcción del futuro del Uruguay.

La importancia de la seguridad e inversión social (o lo que el odio a los pobres no deja ver)

Mujica comienza por referir a «los niños y los viejos» como los ejes centrales de sus reflexiones. En este sentido, aborda la problemática sociopolítica, de clase y demográfica, en relación con el hecho de que la mayor cantidad de niñas y niños que hoy nacen en el Uruguay, lo hacen en barrios pobres y en situaciones de vulnerabilidad. Razón por la que el gasto público y la inversión social allí es tan primordial.

Conjuntamente, el expresidente refiere al odio de clase, al odio a los pobres. Ese menosprecio que tanto vemos extenderse en toda América Latina y que tan bien conocemos en nuestro país, donde el rechazo a los más desprotegidos es disfrazado en discursos que buscan generar malestar y que hablan de una necesidad de cambio, de un «insostenible malgasto público» que, con solo preocuparse por corroborar la información y los datos de la realidad, nos damos cuenta de que ni siquiera es tal.

De la mentira del gasto asistencial, el bolazo de «mantener vagos»

El gasto en asistencia social, que en realidad es una inversión que nuestro país necesita, no llega al 1 % del PBI. Todas las políticas de asistencia social de Uruguay no llegan a representar 1 punto del PBI del país. Mientras tanto, el subsidio a las diversas ramas de la industria y la producción, representa 6 puntos; y el subsidio a todas las cajas jubilatorias del país, a su vez, supera los 6 puntos del PBI. En este sentido, Pepe refiere: 

«(…) no es que estos subsidios están mal. No estamos criticando eso. Estamos estableciendo una idea de proporción: cuánto gastamos con los chiquilines más pobres

Y sepamos definitivamente esto. Hoy la medicina contemporánea nos grita esto: lo que pierde una gurisa o un gurí en los tres primeros años de vida, desde que está en el vientre de la madre, lo que pierde en ese momento, nunca más lo recupera. Porque allí está formando su tejido nervioso. La futura computadora que le va a guiar en la vida. Y eso es un proceso biológico. Si esa madre tiene mala nutrición y si ese niño en esa etapa tiene pésima nutrición, las consecuencias son, a posteriori, irreversibles. Quiere decir que Uruguay, lo que gasta ahí, más allá de algún error —que inevitablemente siempre van a existir—, es una plata bien gastada porque nos va a ahorrar dolores de cabeza en el futuro».

« ¿No hay que respetar los derechos adquiridos que tienen los viejos?»

Además de esta interrogante, cuánto «gastamos» realmente en nutrir a nuestros gurises y nuestras gurisas más pobres, Pepe invita a reflexionar sobre otras preguntas de las que no se quiere hablar en la campaña, pero que también son pilares elementales en el sostén del futuro uruguayo. Al respecto, Mujica cuestionó:

«(…) ¿Puede soportar la economía de este país esas crecientes transferencias en dinero, que significan más de 6 puntos del PBI, dinero que aporta el estado central al sistema jubilatorio y de pensiones, y que si no lo aportara, sería una desgracia para nuestros viejos. Hay que hacerse esta pregunta, ¿por qué? Porque de la mano de esta pregunta vienen otras: ¿el Uruguay del futuro va a sacrificar el riesgo? ¿No hay que respetar los derechos adquiridos que tienen los viejos?

Y de la mano viene esta otra pregunta. Si los gastos crecientes del Estado, que son la penuria más importante que tiene, desde el punto de vista fiscal, nuestro Estado, ¿cómo se va en el futuro a ayudar a los ingresos de la seguridad social para seguir manteniéndolo, e incluso mejorarlo?

Estas son preguntas que no se hacen y son tal vez las más importantes porque repercuten en toda la sociedad. Y recordemos que, en este país, por ahora y por Constitución, las jubilaciones en términos generales tienden a subir en la misma proporción que suben los salarios. O más claro: si los salarios no suben para los trabajadores activos, tampoco suben las jubilaciones y las pensiones para los viejos».

El bolazo de subir la edad de jubilación: una propuesta que quita derechos y que revela un desconocimiento de la realidad del Uruguay 

A esta serie de interrogantes, Pepe agregó sus reflexiones sobre la nefasta idea de subir la edad jubilatoria que, como también se propuso en la Argentina de Macri y en otros países de inhumano neoliberalismo en la región, se ha propuesto en nuestro país. Sobre este bolazo, el compañero sintetiza:

«(…) Lo que hay que tener claro es que los más cómodos apelan a subir indefinidamente la edad de jubilación. Es como si la gente estuviera condenada a trabajar y a trabajar años y años. Y lo que nosotros por ahora tenemos claro son dos cosas que queremos plantear. 

Primero: cualquiera sean los criterios tenemos que luchar porque al llegar la edad, primero se mantengan los derechos adquiridos para los que están en edad jubilatoria. No se puede cambiar. No se debe de cambiar.

Segundo: habría que permitir que la gente, llegada la edad, se pueda jubilar y voluntariamente, si quiera, pueda trabajar un tiempo más. A media jornada o a jornada entera, pero voluntariamente. Porque los trabajos son distintos. Porque el estado de la salud es distinto. Y porque haciendo lo que estamos haciendo, obligamos a trabajar en negro y, además, a no hacer aportes. Y es mejor reconocer la realidad».

Escuchá las reflexiones completas acá:

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