“La cultura empieza en el aroma de las ollas”, decía Nelly Goitiño y rescató Lucía Topolansky en el primer conversatorio de Ideas en Movimiento.
Sistema de Cuidados, educación y vivienda. Asuntos relacionados con la pobreza y que deben preocuparnos, sobre todo al crecimiento de la pobreza infantil. Con Ideas en Movimiento también queremos aportar para cambiar esta realidad, aseguró la compañera Cecilia Cairo al comienzo de este, nuestro primer conversatorio.
La compañera Cecilia Cairo explicó que “Ideas en Movimiento” es una iniciativa para identificar qué cosas consideramos relevantes para poner sobre la mesa de cara a la próxima elección con Yamandú Orsi. Con la mirada de la academia y la práctica sobre la realidad, con la posibilidad de cuestionarnos y dialogar con otros, la meta es converger en ideas para las soluciones que debemos buscar para que esta sociedad sea diferente.
Educación, cuidados, vivienda. Lo que nos preocupa es el aumento exponencial de la pobreza infantil. Hoy queremos contribuir en el encuentro con esas respuestas para cambiar esta realidad. Y el local de FUNSA no fue una elección azarosa, identificó la diputada, porque está enclavado en una zona donde particularmente se observa la caída de la calidad de vida de los últimos años.
Maira Colacce recordó que una de cada tres personas se encontraba bajo la línea de la pobreza luego de la crisis de 2002. Tras los gobiernos frenteamplistas, se estabilizó en uno de cada diez. El asunto es cuando se observa las diferencias por edades: “Siempre los más niños son más pobres que los más grandes”, sintetizó. ¿Por qué pasa esto en Uruguay y no en otras partes del mundo? Con esta pregunta comenzó el conversatorio.
Esto tiene relación directa con el “excelente sistema de seguridad social” del país, que cubre a prácticamente al 97% de los jubilados y pensionistas. Los hogares con mayor cantidad de hijos tienen mayor dificultad para acceder a recursos monetarios: “el propio hecho de tener hijos implica una restricción importante para el acceso a recursos, particularmente para las mujeres”.
¿Cómo atacar a la pobreza infantil? Para Colacce, la principal política que contrarresta esta realidad es el empleo. Incremento salarial, inclusión en el mercado laboral, políticas dirigidas al empleo femenino, son herramientas que mueven la aguja, consignó. Sumó las transferencias monetarias, que dan certeza y reduce el estrés incluso de los más pequeños. Y las políticas de cuidado, también desde el punto de vista laboral.
“Hablar de cuatro horas de escuela es, definitivamente, muy poco”, agregó la economista. Las políticas de desarrollo infantil como los Centros CAIF, fueron destacadas por Colacce. Y la gran olvidada: “las políticas de vivienda, tener un espacio propio para estudiar, juntarse con amigos, con agua caliente y una heladera; este tipo de cosas aseguran que las políticas educativas y de salud se concreten”, señaló.
Por otro lado, marcó que el descenso de la natalidad puede mirarse con otros ojos: “Si la política es reducir el presupuesto para mantener el gasto por niño, nos estamos perdiendo la oportunidad del siglo”. Y, para finalizar, Colacce indicó un desafío: los adultos mayores se sienten más pobres que los más pequeños; es la gráfica de la pobreza, pero al revés. Es toda una batalla cultural para dar, porque a partir de esta subjetividad hacemos nuestras elecciones.
Cecilia Cairo subrayó que los hechos señalados por Maira también se pueden constatar en territorio. Cuando hablamos de niñas y niños pobres, se trata de hogares pobres que requiere un análisis en educación, vivienda y salud, pilares fundamentales para cambiar la realidad de todos. Es ahí donde tenemos que pensar en invertir distinto a cómo lo hacemos hoy, remarcó Cairo.
La seguridad alimentaria implica garantizar el derecho a la alimentación: que todos accedan a los alimentos en cantidad, calidad y preferencias culturales, para concretar una vida digna, desde el punto de físico y psíquico. El Estado, como garante, debe generar las condiciones para que esta definición se concrete. Pero la inseguridad alimentaria y la vulnerabilidad erosiona este derecho.
Este tema debe abordarse de forma seria e integral por las consecuencias en la vida de todas las personas, estableció Fajardo. Salud física y mental, incertidumbre, rezago escolar, disminución de la productividad, malnutrición, morbilidad.
El problema de la inseguridad alimentaria en Uruguay no es nuevo. De cada 100 hogares, casi 15 tienen un problema de inseguridad alimentaria moderada o grave. Pero la prevalencia en hogares con menores de 6 años es aún mayor: prácticamente 20 de cada 100, asociado a los hogares de menores ingresos.
Si hincamos el diente en los datos y profundizamos la investigación, los datos son peores en algunas zonas de la capital. Fajardo refirió a una investigación de la Universidad de la República con datos desagregados por municipio. En el municipio A, los hogares que cuidan a menores de 12 y que tienen inseguridad alimentaria moderada o grave son el 40,8%, grave el 20,3%.
¿Qué se puede hacer para enfrentar a la inseguridad alimentaria? Fajardo mencionó desde la reformulación de alimentos, el fomento a la agricultura familiar, subsidios focalizados en alimentos saludables, regulación de la publicidad en alimentos no saludables, programas de alimentación en centros educativos, mejoras en el acceso económico a los alimentos.
Pero “mientras no tengamos un monitoreo real y una evaluación del derecho a la alimentación, nunca vamos a actuar a tiempo porque vamos a ir muy por detrás de los problemas”, reflexionó. Y finalizó con la propuesta de una ley que de marco a las líneas de trabajo que se establezcan.
La gente pelea y busca la forma de “llenar la olla” con métodos “asombrosos” y la idea de que las personas esperan sentadas a que les llegue la prestación es “absolutamente falso”. Siempre intentan contribuir a una mejor alimentación, a veces sin formación y sobre todo para los más pequeños, algo que debería estar en el debate, agregó Cecilia.
La política de vivienda es una política social que exige un diseño e implementación complementaria y articulada con otras políticas, como el empleo, la educación, la pobreza, la situación de calle. Así comenzó Paseyro su presentación. El Estado debe estar presente, porque el mercado no soluciona los problemas de la gente.
Deben atender a la población vulnerable. Pero también a quienes tienen dificultades de permanencia, minorías, mujeres, migrantes, jóvenes, a las 2.700 personas en situación de calle (la mitad de ellos vive a la intemperie).
El problema no es la propiedad en sí, un fuerte “factor cultural” del uruguayo, es la capacidad de las familias para acceder y permanecer en una vivienda digna para el desarrollo de todos sus integrantes. Necesitamos políticas construidas de forma participativa, agregó.
¿Qué podemos hacer? En primer lugar, aumentar la oferta, apalancar la demanda; mejorar la calidad de las viviendas, y actuar “de manera decisiva, efectiva y eficiente” sobre los asentamientos.
También propuso un reenfoque en algunas herramientas, como la extensión del subsidio al alquiler, revisar la Ley de Vivienda Promovida y su reglamentación a favor de los objetivos de los usuarios, reeonfocar las políticas para las cooperativas, intervenir más y mejor en los asentamientos.
¿Qué es el alquiler social? Fue una propuesta para vivienda pública en propiedad pública, con beneficiarios que pagan con y sin subsidio, con un fuerte marco de sostenibilidad social y también de las cuentas estatales. “Ese me parece que es un instrumento que vale la pena retomar”. También mencionó programas de vivienda para jóvenes o una mejor atención en infancia y vivienda para beneficiarios de programas sociales, programas para liberados de centros de rehabilitación, entre otros.
Una vivienda que no se llueva, con los gurises y gurisas sin la necesidad de embolsarse los pies para evitar mojárselos. O con una instalación formal de energía eléctrica que permita a los más pequeños estudiar sin la dificultad de los bajones de tensión. “Si nosotros no pensamos en todo, no va a haber forma de resolver” las salidas de la pobreza de los más vulnerables, sostuvo Cecilia. Cuando hablamos del plan Más Barrio, como plantea Yamandú, el Estado debe actuar todo junto y con la participación de la gente, para mejorar la calidad de vida, agregó la compañera.
Una percepción habitual es la de la niñez como “un pasaje”. En un mundo donde la vida se alarga, la niñez parece que se acorta: “ya será adolescente”, dicen. Sin darnos cuenta que la niñez es el cimiento de la vida.
Uruguay tiene una gran cobertura en seguridad social para los mayores. Nuestra historia nos colocó en nuestras cabezas que los beneficios sociales tienen que estar. Pero en el tema de vivienda, trabajo y la administración del ingreso, están todos atravesados por la cuestión cultural. “Yo he visto que le podés dar la mejor de las viviendas a una familia que residía en un asentamiento pero, si no la acompaño en la peripecia de vivir allí, fracasamos”, comentó en base a su experiencia en los barrios.
“¿Por qué lo primero que hace una de esas familias es tapiar las ventanas? Porque la transparencia de la ventana les da inseguridad”, ejemplificó Lucía. “Pusieron las luces, el problema es que ahora se ve todo”, añadió. Es decir, ahora hay que aprender a vivir con luces, en un barrio, con vecinos. El aprendizaje de administrar una vivienda también es importante.
Requiere un tiempo cultural propio, para cada caso, así el aprendizaje quede, no caiga como algo ofensivo. No es simplemente la entrega de las llaves. Son detalles grandes y chicos. También en la alimentación, porque esta es una sociedad de consumo y saber cómo consumir es un desafío.
Es que la construcción de políticas públicas no es una tarea simple. Un ministro de vivienda de décadas atrás postuló que el stock de viviendas se debía ampliar, aunque sean precarias. Se inventaron los módulos básicos evolutivos, y la principal crítica era que la precariedad de estas soluciones aumentaría el déficit habitacional. Hoy, ninguna de estas viviendas quedó en pie.
No se pueden hacer viviendas salteadas, eso genera otros problemas, agregó Lucía. Por eso hay que transversalizar las políticas con la cuestión cultural. “Yo pienso que la obra está terminada cuando ya no precise ese apoyo y acompañamiento imprescindible”, postuló. Los cuidados están incluidos en esta reflexión.
Los Centros CAIF, por ejemplo, deberían estar abiertos las 24 horas como las antiguas escuelas rurales. Porque se requiere tiempo para salir de la pobreza e indigencia, para que la oportunidad sea estable. De lo contrario, saldrá y caerá en forma consecutiva. Y enfocar en las madres, las primeras maestras de los niños.
“A nadie le conviene una sociedad con manchas de gente sumergida”, dijo Lucía. A todos nos interesa que nadie salga de una calle embarrada bajo un día de lluvia, eso tiene repercusión ética y también desde el frío mundo de los números: más presión al empleo, la salud, la vivienda, la urbanidad.
“El problema es luchar contra una realidad sin que se desmadre como ocurre hoy en Uruguay, con un abanico amplio de soluciones”; como el Inefop, que debería ser un instrumento para la capacitación permanente en un mundo de cambio civilizatorio.
Y para asegurar la alimentación, hay que observar la protección estatal del sector granjero. Sin cuidar a los productores locales, condicionás toda la seguridad alimentaria de toda la población. “La despensa del país tiene que tener determinadas cosas básicas y para eso hay que cuidarlos”, dijo Lucía, y mencionó a los países europeos que protegen mercados internos.
“Para terminar voy a recordar lo que decía Nelly Goitiño: la cultura nace en los aromas de las ollas. Y es verdad. Creo que entre todos tenemos que diseñar y entre todos tenemos que hacer; si no es con todos, no camina porque debemos aprender a organizar la sabiduría desparramada entre la gente.
“Tenemos que hacer una estrategia muy fuerte ahí: hogares pobres”, finalizó.
Maira Colacce es estudiante de Doctorado de la Universidad de Burdeos en Francia y docente del Instituto de Economía de la Universidad de la República. Sus temas de investigación son pobreza y desigualdad con foco en la mirada de género y generaciones, bienestar infantil y cuidados.
Tamara Paseyro, Directora de Políticas Sociales de la IM desde el 2020 a la fecha, cuenta con formación en Ciencias Sociales y experiencia en políticas públicas y en particular en política pública de vivienda desde el año 2005, desempeñándose como responsable de la Unidad de Evaluación y Monitoreo del Programa de Mejoramiento de Barrios (2005-2010), Asesora de la Dirección Nacional de Vivienda, del MVOT donde fue referente en la elaboración, seguimiento y evaluación del Plan Nacional de Relocalizaciones ( 2010-2015), y gerenta técnica del Programa de Mejoramiento de Barrios (2015- 2020).
Gabriela Fajardo es profesora titular de la Unidad Académica Departamento de Nutrición Poblacional. Integra la Secretaría Técnica del Observatorio del Derecho a la Alimentación de América Latina y el Caribe (ODA – ALC). Punto Focal del ODA Escuela de Nutrición. Es doctoranda en Nutrición Comunitaria.
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