Pepe asume como ministro de Ganadería en el primer gobierno del Frente Amplio y se abocó a la tarea de la gran deuda de nuestro país con el campo.
Llegó la izquierda al poder en Uruguay. Era el año 2005 y la caja estatal quedó vacía. A esto se suman las primeras dudas sobre las capacidades de Pepe en la gestión de la cosa pública. No era un letrado, no provenía de la academia, no contaba con otro título más que el del voto popular. Su origen y mirada política fue respaldada con el conocimiento de otro de nuestros grandes compañeros, Ernesto Agazzi, en la subsecretaría de Ganadería, Agricultura y Pesca.
El porcentaje de personas bajo la línea de la pobreza era del 32% en 2004, esto es casi un millón de personas. La indigencia absorbía a casi 100.000 uruguayos. La deuda del sector público era de 13.300 millones de dólares, la producción anual de todo el país. La mitad de los productores rurales estaban tapados de deudas y al término del mandato anterior se ubicaba en cifras cercanas a los 1.400 millones de dólares, con el Banco República como uno de los principales acreedores y, ésta institución, en estado esquelético. Había que actuar.
Cuando los precios internacionales permitieron un incremento en los ingresos de los productores, se resintió el mercado interno. La opción de Mujica fue bautizada como “el asado del Pepe”, iniciativa que mostró, más allá de lo popular del nombre, un acento a favor del acuerdo de precios mediante el diálogo con toda la cadena de producción de la carne bovina. Y posteriormente, cuando subieron los precios de verduras y hortalizas, caminó por los barrios para explicarle a la gente que los productores locales merecían ingresos justos.
Por otro lado, inició un proceso de revitalización del Instituto Nacional de Colonización, un viejo instituto perdido en la burocracia que había nacido en 1948. Para Pepe, como siempre expresó, es una “pequeña revolución agraria”, es un organismo estatal que buscó durante las administraciones frenteamplistas incrementar la cantidad de tierras para los productores que no podían alcanzar los altos precios por los ricos predios uruguayos.
En seis años fueros incorporados más de 57.000 hectáreas de campo, se incorporó un 74% más cantidad de colonos y la mayoría en emprendimientos asociativos. A modo de comparación, entre 1948 y 2005 se incorporaron en promedio unos 59 colonos al año, pero entre 2006 y 2012 fueron 98. También aceleró la incorporación de tierras: de un promedio anual de 5.884 hectáreas entre 1948 y 2005 se pasó a 9.963 hectáreas promedio/año.
Promovió en 2008 el Día del Peón Rural y lo definió como “un hito, el más difícil desde el punto de vista histórico en el gremialismo del Uruguay”. “En nombre de este Gobierno -dijo Pepe ya en su rol de presidente-, firmé aquella ley para la existencia de ocho horas como reconocimiento al trabajador rural, reconociendo que muchas veces hay que trabajar más por las condiciones de la actividad, pero en esos casos deben regir los criterios generales de los trabajadores. Costó más de un siglo que se afirmara en el papel y no está totalmente concretado en el terreno”, dijo Pepe en Caraguatá, Tacuarembó, rodeado de trabajadores rurales en 2013, cuando ya era el presidente de todos los uruguayos.
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