José Mujica es contrario a mezclar consultas y elecciones nacionales; puso un ejemplo concreto sobre la relación entre plebiscitos, elecciones y política.
Éstas son las palabras del compañero José Pepe Mujica difundidas en su columna radial Hablando al Sur de M24:
Amigos, nuestro sistema institucional nos ha educado y nos ha formado en que, cada 5 años, tenemos una amplia discusión nacional y elegimos quiénes se van a hacer cargo, por un lado, de conformar el nuevo Poder Ejecutivo que va a gobernar el país durante un quinquenio. Y como si esto fuera poco todavía, en la misma instancia nominamos con voto directo la composición de lo que va a ser el cuerpo legislativo, la construcción humana de la casa de las leyes, que nos van a regir durante todo ese período.
No caben dudas de que esta instancia electoral es la instancia cívica más importante del país y que tiene obviamente, con sus resultados, una enorme incidencia en la vida y la marcha de la sociedad a posteriori. Es, pues, un hecho trascendente.
Supone que está en juego la suerte de nuestra sociedad, la suerte del devenir de nuestro pueblo. Y es éste el que va a tener que asumir la responsabilidad de tomar por mayoría un conjunto de decisiones. Esto supone una campaña que se extiende por meses, que recorre todo el país. Pero hay que tener en cuenta, ¿qué es un pueblo?
Un pueblo no es una unidad de gente que todos ven lo mismo, que tienen los mismos intereses o los mismos puntos de vista, no. Un pueblo compone un “nosotros” que tiene algunas cosas en común como nuestra tradición, nuestra historia, nuestro amor por la selección uruguaya, ciertas cosas comunes. Pero a partir de allí existen muchas diferencias. Desde el punto de vista económico, sociales, de cultura. Y naturalmente que una campaña electoral, donde se intenta hacer un balance de lo que se ha hecho y de lo que no se ha hecho, de los logros y los no logros que se han tenido, van a tener distintos puntos de vista y va a ser, naturalmente, conflictivo. Tenemos un pacto de hecho, lo que marca nuestra Constitución es que la mayoría laudará esas diferencias.
Quiere decir que un pueblo no es una unidad. Hay muchos y diversos puntos de vista. Y eso está presente y tiene enorme importancia en la vida cívica de una sociedad cuando se van a tomar decisiones que van a influir por largos años. Por lo tanto no es un fenómeno cualquiera.
Por esto, nosotros somos como principio, en general, contrarios a este mecanismo que se ha venido instaurando a lo largo de los años de meter, conjuntamente con las elecciones nacionales, el acudir a plebiscitos.
¿Por qué? Comprimen la discusión. Introducen una cantidad de elementos que pueden ser importantes. Pero considero que el régimen plebiscitario tiene tal importancia democrática que merece respeto y, como tal, debe ser un recurso que se usa aislado del proceso electoral y se discute en sí, despojado de los otros temas que componen una campaña electoral.
Desgraciadamente hemos ido evolucionado institucionalmente a que estos elementos de democracia directa en los cuales el pueblo asume el papel directo de ser legislador se le ha ido quitando jerarquía y se le han ido poniendo dificultades cada vez mayores en el correr de los últimos 30, 40 años. Es como que hubiera un cierto miedo a la democracia directa y, naturalmente, discrepamos, por más legal que sea, con este hecho de meter dos o tres plebiscitos junto a la campaña electoral.
Creo que, como recurso debieran estar aislado y hacerse aparte. Discutir el tema en sí y no mezclado con el acontecer de una campaña electoral.
Desde ese punto de vista, creo que institucionalmente el Uruguay, en los últimos 40, 50 años, fue retrocediendo frente a aquel espíritu de don José Batlle y Ordóñez, un gran impulsor de este recurso –el plebiscito–, que muchas constituciones no tienen y que en el Uruguay se conserva como una reliquia. El respeto que merece semejante institución vale la pena para que algún día nos ocupáramos de modificar estos mecanismos.
Ahora bien, nosotros no tenemos ninguna duda de que este proceso electoral tiene un tema central. Y el tema central es juzgar la política que ha tenido, de hecho, la filosofía que ha tenido el actual Gobierno desde el primer momento, que definió con nítida claridad: “hay que favorecer a los malla oro”.
Esta es una visión, honrada e intelectualmente convencido. No hay un problema de mala fe porque se cree en la teoría del derrame. Si a los que económicamente están muy bien les va bien, van a reinvertir y a los que están abajo les va a ir mejor porque la economía se va a mover.
Esta filosofía está equivocada para nosotros. Acá hay una responsabilidad pública, hay que buscar que las fuerzas del capital multipliquen y trabajen. Pero tiene que haber un Estado que impulse la redistribución porque, de lo contrario, los seres humanos somos buenos y malos a la vez. Tenemos una cuota de egoísmo y tenemos una cuota de solidaridad. Cuando estamos defendiendo lo nuestro tiende a primar el egoísmo y no tenemos que dejar de olvidarnos que existe la sociedad, que su existencia nos ampara, que no podemos vivir como los pumas en la soledad y que interdependemos de la sociedad.
Esta discusión es tremenda. Sabemos que tenemos que respetar el capital y el trabajo. Pero si no lo pinchamos para que distribuya entonces una economía puede crecer pero la situación de la sociedad no mejora. Este es un tema de fondo, lo estoy apenas suscribiendo. Pero creo que es el tema central de la campaña electoral: cómo se reparte la torta.
Entonces tengo que aclarar que siempre he estado muy en contra de esta Ley de seguridad social que se ha aprobado. Que es en realidad una reforma jubilatoria que deja en el tintero muchos problemas de la seguridad social. Que he estado en discrepancia y que sigo estando. Y que creo que hay que cambiarla pero por el camino de la ley. Que no hay que toquetear la Constitución porque nos va a traer más problemas que posibilidades, porque hay experiencia.
Pero quiero centrar que la batalla principal es quién gana las elecciones. Porque tenemos que aprender la vida y hace poco tiempo la vida nos dio una lección, que se compone de lo siguiente: mi amigo adversario, Jorge Larrañaga, hombre con el cual discutí en esta mesa y que yo respetaba mucho íntimamente, impulsó en soledad un plebiscito para el tema de la seguridad pública y su partido lo dejó en soledad; juntó las firmas con su gente pero las urnas le dijeron que no. Pero después, como su partido era parte de los que ganaron en la última elección, buena parte de lo que estaba en la reforma de Larrañaga la metieron en la LUC. Y ahí están.
Moraleja: la batalla principal es por quién tiene el sartén del mango. Sino, todo lo demás es progreso manuscrito.
Hasta estos días,
José Mujica
La emoción de dos amigos que ofrecieron sus energías por la unidad popular y la mejora de los más sumergidos de nuestra América.
“Voy a ser el presidente que construya una sociedad más integrada, un país más integrado, donde además y a pesar incluso de las diferencias, jamás nadie podrá quedarse atrás”.
Desde Las Piedras, donde el interior y el país metropolitano se abrazan, Yamandú Orsi llamó a reconciliar las distintas realidades para construir un país de certezas.
Proponemos un cambio en el que todos podamos vivir tranquilos, con más solidaridad, con más bienestar. “Sabremos cumplir”, dijo Yamandú Orsi.
Pepe estuvo en la localidad de San Bautista, en Canelones. Dando el último tranco para apoyar la posibilidad de un gobierno para todas y todos, con Yamandú Presidente.
No tiene antecedente en la historia de los últimos 50 años que un gobierno haya mantenido congelado los ingresos durante 40 meses, recordó José Mujica.