Un país rico es un país sin pobres

9 de abril de 2024
Alejandro Sánchez. MPP.

La desigualdad para muchos viene desde la cuna. Es moralmente inaceptable que 20 % de nuestros niños se encuentren bajo la línea de pobreza. Escribe Alejandro Sánchez.

El pasado martes 2 de abril se publicaron los datos de pobreza para el 2023. Del estudio se desprende que el 10,1 % de la población se encuentra bajo la línea de pobreza, eso quiere decir que hay aproximadamente 50 mil uruguayos y uruguayas pobres más que en el 2019.

Los datos nos confirman por lo menos dos cosas. Por un lado, sabemos que la cifra de pobreza en Uruguay se ha estancado en un 10%. Pero también confirman que este gobierno es, por acción o inacción, responsable de este estancamiento.

Empecemos por el principio. En 2020 el gobierno se estrena con la pandemia, la que nos lleva a una crisis económica y social producto del cierre de la actividad económica. En abril de 2020 el Instituto de Economía de la Universidad de la República (Udelar)  publicó un documento de los investigadores Matias Brum y Mauricio Da Rosa en cual se afirmaba que la pobreza crecería con una cifra de “entre 94 mil y 127 mil personas” si no se destinaban recursos suficientes a las familias más vulnerables que hasta ese momento no se encontraban protegidas por el Sistema de Seguridad Social; el monto que se debería haber destinado para amparar a esos miles de compatriotas era de aproximadamente 250 millones de dólares. La realidad es que el gobierno definió no destinar ese monto para las familias más vulnerables y fueron 98 mil compatriotas los y las que cayeron bajo la línea de la pobreza en 2020, es decir, exactamente lo que pronosticaban los investigadores de la Udelar.

Esta fue la primera (y no la última) de las omisiones del gobierno que aportaron a que la pobreza siga creciendo en nuestro país. A esta le siguió, por ejemplo, que durante los primeros cuatro años de gobierno el salario real se encontró por debajo del salario real de 2019: en el 2023 se encontraba un 0,1% debajo, en 2022 un 4%, en 2021 un 3% y en 2020 un 1%. También las pasividades cayeron, ya que se encuentran atadas a la evolución del poder de compra de los salarios. Estos datos demuestran que en la mayoría de los hogares los ingresos cayeron. En 2020, 2021 y 2022 los ingresos de los hogares se encontraban por debajo de las cifras de 2019 en un 8%, un 4% y un 2% respectivamente.

Todo lo mencionado anteriormente no repercute solo en las familias directamente afectadas, sino que, al afectar el poder de compra y de consumo de esas familias, se ven perjudicados indirectamente los almaceneros, los cuentapropistas, los pequeños comerciantes, entre otros y otras que construyen el mercado interno. Es decir, menos plata para los y las trabajadoras termina siendo menos ventas para el almacén del barrio.

En una disputa entre trabajadores y capital, ganó el capital . En los primeros tres años de gobierno, los trabajadores y trabajadores perdieron 1.000 millones de dólares como resultado de la disminución de los salarios, mientras que la economía se encontraba en crecimiento. Es decir, somos un país más rico, pero con más pobres.

Por lo tanto, vemos que el gobierno está cumpliendo dos de los pasos necesarios para empobrecer a los y las uruguayas: falta de asistencia directa frente a una crisis económica y pauperización de los salarios y pasividades mientras la economía del país crece.

Bueno, cabe entonces preguntarse si el gobierno ayudó de otra manera a paliar la crisis. Miremos, por ejemplo, el acceso a la vivienda, ya que, si las familias no tuvieran que destinar gran parte de su salario para ello, tendrían mayor capacidad de compra o de ahorro y, además, por una cuestión de derechos básicos como el acceso a una vivienda digna. Veremos entonces que en materia de vivienda el gobierno no hizo nada tampoco. Desde 2020 prometió intervenir en 120 asentamientos y construir 15.000 viviendas de las que, hasta ahora, a 11 meses de terminar el período, se han construido solo tres, y se ha relocalizado un solo asentamiento: el “Kennedy” que implicó 375 viviendas nuevas.

Lo que queda claro es que no se tomaron las acciones suficientes para reducir la pobreza, una pobreza que está atacando sobre todo a los niños y niñas y a las mujeres. Uno de cada cinco niños menores de 6 años es pobre y, a su vez, los hogares de jefatura femenina duplica a los hogares de jefatura masculina bajo la línea de la pobreza, determinando que si naces en un hogar de jefatura femenina tenes 83% de posibilidades más de crecer bajo la línea de la pobreza que si naces en un hogar de jefatura masculina. Y, si vamos al interior, esta cifra asciende al 97%. Esto quiere decir que la pobreza se concentra fundamentalmente en hogares con niños y niñas en los que su madre es jefa de hogar, por lo tanto, para resolver la pobreza infantil es necesario resolver la pobreza de las mujeres.

Entendemos que es moralmente inaceptable que el 20 % de nuestros niños se encuentren bajo la línea de pobreza y no tengan las condiciones mínimas materiales para su desarrollo íntegro. Que nuestros niños y niñas son el futuro es una frase trillada pero real. Nuestra economía debe estar basada en el aumento de las capacidades de la gente, básicamente porque tenemos una población muy pequeña y el único recurso que tenemos es ese: nuestra gente. Y para eso, no se puede dejar a nadie afuera.

Ya sabemos que las condiciones de pobreza en los niños, niñas y adolescentes afectan directamente las condiciones de aprendizaje. Como muestra un dato: solamente el 22,5 % de los jóvenes más pobres terminan la educación secundaria, frente al 50,9 % del promedio nacional. Esto significa que, si la condición de pobreza en los niños y adolescentes persiste en el tiempo, persistirá en gran medida en el futuro cuando sean adultos. La desigualdad para muchos viene desde la cuna, desde el origen. Es condición necesaria para el desarrollo económico que nuestros niños, niñas y adolescentes no se encuentren vulnerados ni económica ni socialmente a lo largo de su vida.

Desde nuestra fuerza política traemos propuestas para reducir significativamente la pobreza infantil, no sólo porque nos conmueve y nos interpela moralmente, sino porque creemos que un país debe ser para todas y todos y, especialmente, debe cuidar a sus niños y niñas, porque no hay país desarrollado con una población empobrecida. Y como decía nuestro prócer Artigas: “Los más infelices serán los más privilegiados”.

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